miércoles, agosto 15, 2012

Relato de un amanecer, visto desde una nave espacial.

Se despertó, sus ojos se cerraban, le pesaba el cuerpo; mirando el techo se preguntaba cuánto tiempo iba a continuar esto. Decidió que no podía seguir así, lo decidió tan firmemente que ese día por primera vez después de otros tres interminables, se daría un baño y se quitaría la piyama...
Dio un paso fuera de la cama, el pie izquierdo, sin embargo ignoró el hecho, se dirigió al baño, y mirando al espejo trato de sonreír sintiendose falsa, por supuesto.

Así transcurrieron las primeras horas de aquella mañana, los rayos del sol parecían astroluces dispersas entre las lágrimas que ya había derramado una noche anterior. No quería salir a la calle, no quería ver a nadie, y aunque pensaba que esto acabaría tarde o temprano, esa tristeza parecía no diluirse ni con las lluvias tan prolongadas.

Llego la tarde, y arreglada, con un lindo labial y ojos relucientes, tenía la mirada mas ausente del planeta. Salió, regresó, y parecían horas de 180 minutos, lo siguiente fueron minutos decisivos, nadie sabe lo que sintieron esas dos personas al reencontrarse, solo ellos, claro.
Lágrimas de alegría, ella estaba feliz, extasiada, su sonrisa había vuelto y estaba frente a ella, lo miro, no pudo contenerse, y entre sollozos le dijo que lo amaba, besando esos ojos cubiertos de gotas, prometieron jamás separarse, no mientras la risa de uno dependiera del otro...

El cielo tomo el azul que ella tanto extrañaba, la luz solar tenía un tono rosado, no volvió a bajar la mirada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario